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RUTINAS DE OTOÑO
El miércoles 22 de septiembre de 2021, entramos en la estación de otoño en el hemisferio norte.
Son tres meses que suceden al verano y anteceden al invierno: la transición.
Otoño es un período caracterizado por el flujo del aire, su movimiento, ligereza y, al mismo tiempo, fuerza. Así como en la naturaleza observamos y sentimos el soplo de los vientos que arrastran las hojas secas después del caluroso verano, podemos ver que nuestra piel, ojos, garganta y fosas nasales están más propensas a sufrir de resequedad, así como también nuestro tracto digestivo puede verse afectado (una forma de saberlo es viendo si nos cuesta más de lo normal ir al baño, quizás experimentemos estreñimiento o evacuar heces más duras de lo normal). Por ello, en este trimestre recomendamos especial atención a la hidratación de nuestro organismo tanto internamente como externamente. Todos nuestros órganos sufren en esta etapa, recordemos que la piel es el órgano más grande que poseemos. Y, así como las hojas caen, podemos percibir que aumenta nuestra caída del pelo. El sol calienta menos, y así podemos sentir nuestras manos y pies fríos, dolor en las articulaciones, entre otras sensaciones o síntomas propios de esta temporada.
El equinoccio de otoño se considera balance, equilibrio dado que el día tiene la misma duración que la noche. Luego, día tras día, la noche se irá alargando y el día acortando, preparándonos para el invierno. Así puede verse alterado nuestro ciclo de sueño y nuestro estado de ánimo, sufriendo de insomnio (despertares de madrugada) y un poco menos animados de lo que veníamos estando en verano, al verse disminuidas las horas de sol.
En Ayurveda se usa lo opuesto para contrarrestar y balancear los efectos de Vata (dosha Aire -Éter), el más afectado durante esta estación del año. Por lo que recomendamos:
- Especias y hierbas: cúrcuma, comino, cardamomo, clavo, canela, jengibre, ashwagandha, hinojo, regaliz (para infusiones o condimentar alimentos al cocinar). Antes de dormir es ideal una taza de leche templada o caliente con cúrcuma, por ejemplo.
- Aceites: de sésamo, de almendras y de oliva, para cocinar y para masajear el cuerpo también.
- Alimentos cocidos de temporada y km. 0, que provengan de la tierra (patatas, boniato, calabaza, zanahorias, arvejas, espinacas) cocidos preferiblemente calientes o templados. Sopas o potajes para la cena son ideales, avena con canela por ejemplo para desayunos o meriendas es también un plato muy recomendable.
- Rutina de ejercicios suaves que conecten con la tierra: senderismo, yoga, ejercicios y posturas de enraizamiento.
- “Respiración Alterna” (Nadi Shodhana Pranayama) y meditación.
- Evitar: alimentos crudos, fríos, exceso de cafeína, bebidas frías, consumo de alcohol, actividades físicas de alta intensidad.
Romi
RITUAL DE EQUINOCCIO
Llamamos “equinoccio” al momento en el que el Sol cruza el ecuador celeste, de norte a sur, o de sur a norte, dependiendo de la época del año. En latín significa “igual noche” y es cuando el día y la noche tienen la misma duración. Se equilibran las fuerzas opuestas. Desde nuestra Tierra, este fenómeno ocurre dos veces al año, y da lugar al comienzo del otoño o de la primavera, dependiendo de si estamos en el Hemisferio Norte o Sur del Planeta.
Desde nuestra perspectiva en el continente europeo, el 22 de septiembre entramos en la estación del otoño. Las estaciones nos conectan a los ciclos de la tierra y la naturaleza, y también del Sol y el cosmos. Nos recuerdan el vaivén eterno de la danza entre nacimiento, vida, muerte y renacimiento.
Podemos hacer cualquier práctica o ritual que nos conecte con los espacios entre lugares y tiempos. Encender una vela al amanecer o al atardecer. Tomar una respiración con el alma cuando sale o se pone el Sol. Meditar en estos momentos liminales entre el día y la noche. Descansar, beber agua, estar presentes con nuestros ritmos. Sacralizar el momento de despertar, y el de irse a dormir. Respirar conscientemente, pararse en el espacio eterno entre la inhalación y la exhalación, entre la exhalación y la inhalación. El espacio eterno que se da entre un pensamiento y otro. Entre una entrega y un recibimiento. Entre la búsqueda, y el encuentro.
El otoño es un espacio liminal, un espacio puente entre el verano que se aleja, y el invierno que aún no ha llegado. El calor que da paso lentamente al frío. Es un punto intermedio de reflexión. Es el momento perfecto para profundizar en las prácticas y rituales que nos preparen para dejar ir. Es un momento de descanso, de profundización, de escucha. Es el momento de recoger la segunda cosecha tras el verano, y guardar nuestras energías y herramientas de bienestar para prepararnos para el frío invierno de silencio interno y gestación fértil.
Al igual que en las festividades antiguas de Mabon, en las que se adoraba a este dios (también llamado “el buen hijo” de la Madre Tierra misma, dios Galés que simboliza el principio masculino de la fertilidad), se preparaban para despedirle, para dejarle envejecer y finalmente morir con la entrada de noviembre (el día 1, la festividad de Samhain), nosotros nos preparamos para adentrarnos en nosotros mismos con la misma intención de prepararnos para el invierno de nuestra alma. Conectamos con nuestra ciclicidad corporal a la vez que con todo lo que nos rodea en este universo interconectado y multidimensional. La ciclicidad de nuestra vida encarnada, en presencia eterna del alma.
Los Druidas por su parte, en esta época, adoraban al Dios del Bosque, al Hombre Verde, con libaciones de sidra y vino a los árboles. Los griegos recordaban la desgarradora historia de Démeter y su hija Kore, raptada por Hades y convertida en reina del Inframundo como Perséfone, que por un acuerdo entre los dioses finalmente, pasaría la mitad oscura del año en ese Inframundo fértil en la oscuridad, para volver a la superficie de la tierra por un tiempo cada año, cuando Démeter, su madre, llenaría la vida de nuevo con su alegría , sus flores y sus frutos, y se celebraría y recreará esta danza eterna en sus Misterios de Eleusis en primavera.
Y quizás la historia que me mueve más a ser contada en este otoño de vendimias, bienvenidas y despedidas, es aquella de Dioniso, no sólo como dios del vino y la vid, sino de la alegría de vivir; el nacido dos-veces, dios de la transformación, la alquimia del alma; dios del éxtasis y la pasión desenfrenada; el dios de las mujeres, a las que las respetó como ningún otro.
Su conexión con la vida, la uva, el vino, los espacios liminales, el misterio, lo que nos mueve a encontrar el deseo interno por el que podamos morir, para poder vivir más íntegros con el susurro de nuestra alma inmortal, me recuerdan al otoño, al disfrute de lo que se marcha y lo que quiere comenzar a dejar ir para dar paso a algo nuevo que aún está por gestar y nacer. El disfrute del cambio de lo externo hacia lo interno, para volver a lo externo cuando sea el momento.
Dioniso es un ser que vive aún en todo, sólo que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Su energía puede sentirse en los extremos del gozo y la gracia, del arte, la expresión, la sensualidad, el eros de la vida, pero también en los extremos opuestos, a la sombra de la adicción desmedida, el sin control de esta sociedad que destruye la tierra y sus recursos sin compasión, con la ignorancia de aquel que decide no ver, que no quiere ver, que niega lo que ve aún cuando su corazón grita la verdad que su sangre ya sabe. Cuando la energía dionisíaca no tiene un espacio-tiempo en el cual expresarse, siempre va a encontrar un lugar dónde explotar; interno o externo. Por eso es también el dios de los exiliados, los que están fuera, los nómadas, los rechazados, los que no pueden ser categorizados.
Hay tantas facetas que explorar de esta energía viva, de este dios transgeneracional, personal y transpersonal, eterno, el que aún puede hacernos sentir el éxtasis profundo de estar vivos. El éxtasis profundo de la muerte y la belleza de lo efímero. Del caos creativo de sentir nuestra sangre en las venas, el vino inmortal que nos hace ver con claridad lo que creíamos ausencias y carencias, y que en cambio solo eran soledades inventadas, ya que nunca estamos solos, si estamos en nosotros.
Exploraremos más adelante mucho más acerca de Dioniso y su simbolismo, su relación con otros mitos, otras historias, con nosotros mismos y con nuestras vidas en los próximos eventos y talleres para el bienestar, podcasts y artículos para el blog sobre la Iniciación a los Misterios del Vino.
El ritual que recomiendo (si sólo eliges hacer uno este otoño, y hasta el solsticio de invierno) para reconectar con las energías de este momento, tiempo-espacio liminal, es la práctica de Savasana o Postura del Cadáver, que nos prepara conscientemente para dejar ir de nuestro cuerpo-mente en pos de prepararnos para la despedida final de esta encarnación, el momento de nuestro último aliento. Pequeñas muertes en vida, como las que ya ocurren, seas o no consciente de ellas. Pequeñas muertes que abren la percepción de tu Ser de par en par con la realización de su unión con un Todo incomprensible a la mente, pero que es un hecho sin necesidad de racionalización para el corazón. Pequeñas muertes que siempre son el paso previo a los pequeños renacimientos. Si quieres aprender más sobre este tema, contáctanos para informarte de las próximas clases grupales online de Rutina y Ritual, o para sesiones personalizadas.
El otoño es ideal para adentrarnos en esta práctica consciente de muerte y renacimiento. De dejar ir y estar presentes en esa despedida. Estar con los ojos cerrados al mundo, y abiertos al corazón. Aprendemos a agradecer cada parte de nuestro cuerpo, y a despedirnos sin apego. A quedarnos en esa incomodidad inicial de enfrentarnos a la disolución de nuestra identidad tan aferrada a cualquier etiqueta. Al igual que el otoño, Savasana nos adentra en un espacio liminal, el imaginario eterno entre la vigilia y el sueño, y más allá, y más adentro, mucho más profundo. Ese lugar de posibilidades infinitas. Ese lugar de Todo, y Nada.
Te deseamos un feliz equinoccio y un buen otoño. Ojalá tu mundo externo fluya siempre en integridad a tu infinito interno.
Danah